Por Marcelo Ruiz Fernández
Durante el presente año se espera la aprobación del Plan Metropolitano del Gran Valparaíso (Premval). Este instrumento de planificación urbana, largamente esperado (el anterior data de1965) tiene por objeto ordenar el desarrollo urbano de las comunas que componen el Gran Valparaíso. En una segunda lectura, el instrumento en cuestión, viene a confirmar con aumento de suelo urbano las tendencias del mercado inmobiliario de la Quinta Región.
Este hecho no debe extrañar, porque en un país con nuestro modelo económico, el desarrollo urbano queda fuertemente condicionado por los actores privados, y en general por la presión ejercida por el mercado. El progresivo acceso a la propiedad privada, la sofisticación del mercado bancario y las elevadas tasas de motorización, multiplican la demanda por más suelo urbano, siendo reflejadas esas tendencias en los nuevos Planes Metropolitanos. Dado que nuestro ordenamiento institucional, prioriza la inversión, los controles ambientales exigidos a los instrumentos de planificación, se basan en mitigaciones y no en una evaluación económica global de lo que significa integrar áreas rurales al desarrollo urbano.
La incorporación de nuevo suelo urbano por parte del Premval, coloca en evidencia el rol que cada comuna adquiere en el funcionamiento del Valparaíso metropolitano. En este contexto, vale la pena detenerse en la comuna de Concón, área que ha sufrido un crecimiento inmobiliario explosivo de la mano de la expansión y cambio de rol de Viña del Mar, concentrando las preferencias de localización residencial para sectores acomodados. Dicho crecimiento inmobiliario, no es producto exclusivo del aumento demográfico interno, existiendo un importante componente en el fenómeno de la segunda vivienda, originado en la cercanía de Santiago y el cluster universitario existente.
A este escenario Concón llega en un estado que no deja de inquietar. Gran parte de su territorio se encuentra regulado por un Plan Regulador obsoleto para la realidad económica de la globalización (1980), con grandes reservas de suelo en manos de un solo actor inmobiliario, demandado por sectores acomodados de una densificación que es reflejo de la segunda vivienda y no de su rol en la jerarquía urbana, con lejanía a los nodos laborales y escasa oferta vial que provea de conectividad y accesibilidad a la red urbana intercomunal.
A esto hay que sumar la nula existencia políticas serias de transporte colectivo. En síntesis, una comuna sin planificación urbana y fuertemente presionada por el Mercado. En los últimos años, el territorio de Concón ha sido absolutamente gestionado por el sector privado, y si bien dicho, es un actor es fundamental en la economía urbana, la tendencia a capturar los atributos urbanos y olvidarse de las externalidades, es una practica consumada, lo cual reafirma el importante rol de la planificación urbana.
Ademas existe un horizonte cargado de urgencias (según ciertos anuncios existen 20 proyectos de torres aguardando a un costado del camino Concón-Reñaca) como la creciente pérdida de patrimonio ambiental, experimentado en el campo dunar y el Borde Costero, lo que compromete la identidad urbana de la comuna.
Hoy todos los atributos urbanos de la comuna conconina parecen comprometidos y una buena vista en el décimo piso de algún edificio inmerso en una duna, no equilibra la balanza. Las demasiadas externalidades ambientales pueden volver obsoleto un territorio, y no seria el primer caso de una comuna que pierde competitividad por dicha razón. En definitiva, mas allá de toda esta jerga urbanística, esta en juego la calidad de vida del exigente consumidor del siglo XXI.
Si se piensa que el Premval activa los suelos de Mantagua, que se suma al proyecto de ruta concesionada Concón-Quinteros, da como para pensar que las autoridades locales tienen desafíos urgentes en el umbral de la ciudad. Como decían en Roma, “Aníbal ad portas”.
Fuente laotravoz.cl
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