La nadadora de Concón, Julieta Núñez Gundlach (49 años), madre de dos hijos, es una mujer atípica para su edad y condición. A sus años, tiene a su haber la realización de múltiples travesías en el mar. Es la única mujer en el mundo que ha cruzado a nado, en tres ocasiones, el Estrecho de Magallanes, ostentando un récord mundial por ello, lo que le ha valido varios reconocimientos. Pese a ello, cree que falta más apoyo a la disciplina que practica, mientras piensa en concretar el desafío que aún tiene en mente: nadar en el Estrecho de Gibraltar.
Pronta a cumplir cincuenta años, esta viñamarina, madre de dos hijos, decoradora de interiores y ceramista, quien antes practicó motocross, es una voz autorizada a la hora de hablar de desafíos a nado en el mar. Es la única mujer en el mundo en cruzar a nado en tres oportunidades el Estrecho de Magallanes, exhibiendo con orgullo tal condición.
Nos recibe en su casa de Concón, desde donde puede mirar la inmensidad del mar que la recibe cuando le dan ganas de conectarse con el agua salada que, manifiesta, la conforta y la llena de energías. Como apodo le dicen la Tonina, en alusión al delfín de este tipo que acompaña las embarcaciones y brinda un espectáculo único en el mar.
Julieta, ¿cómo empezó su conexión con el nado?
La verdad es que siempre, de niña, me gustó nadar. En mis veranos en Viña del Mar, capeaba olas con mis amigos. Me hice amiga de los salvavidas y salía con ellos a nadar. Ya una vez casada, cuando vivía en Chicureo, aprovechaba de llevar a mis niños al colegio y me pasaba a nadar a la Piscina Amanda Labarca, en Providencia. Esto lo hice regularmente cuando residí en Santiago y ahí empezó de nuevo la conexión con el agua.
Usted es amiga y discípula Víctor “Tiburón” Contreras. ¿Cómo llegó a tomar contacto con él y qué tal fue la experiencia de liderar juntos travesías en el mar?
En 2003, cuando iba de Viña a Valparaíso, encontré un letrero que decía “Los Delfines del Tiburón Contreras”. Me acerqué a ellos, hice una prueba, Víctor vio que tenía condiciones y me integré a su club. Primero, hacíamos travesías cortas, por ejemplo desde Muelle Barón a Caleta El Membrillo. Dentro de lo más destacado que realicé en esa época se cuenta el primer cruce nado en el Estrecho de Magallanes, en 2007, donde fui la única mujer y la primera chilena en hacerlo. Luego vino el cruce de Canal Beagle, Canal Chacao en 2008, nado en la Isla Quiriquina, cerca de Talcahuano, el Torneo Nacional Tres Aguas que se disputa en Valdivia, ocasión en que Junto a Tiburón, ganamos. Eso fue en 2009.
También me animé a nadar en el lago Titicaca, en la frontera peruano boliviana y en Alcatraz, Bahía San Francisco, Estados Unidos, donde he nadado en variadas oportunidades.
Julieta, ¿Cómo financia estas travesías? ¿Quién la apoya?
He tenido el apoyo de municipios como el de Concón en la anterior administración. También de la municipalidad de Viña del Mar, a través de su alcaldesa doña Virginia Reginato, de algunas empresas del rubro de la construcción y la mayoría de las veces, de la familia y mi propio bolsillo.
Desde ese punto de vista, ¿cuesta mucho concertar apoyos para sus travesías en el mar?
Sí, cuesta mucho. Hay que golpear muchas puertas y muchas veces no te dan nada. Yo hace años tengo el sueño de nadar en el Estrecho de Gibraltar. No sé si algún día pueda, es demasiado caro llegar allá. Necesito cerca de tres millones de pesos y espero algún día poder hacerlo.
Usted fue a nadar a la Antártica. Ese territorio tampoco es de fácil acceso. ¿Cómo lo hizo para llegar hasta ese lugar?
Me gustaría volver a nadar en la Antártica. Quiero destacar que en esa travesía, fue vital el apoyo de la Armada de Chile. Ellos nos facilitaron las gestiones, contactos, el solicitar los permisos. Si no hubiese sido por ellos, no habríamos llegado. Acá también apoyó la empresa privada, puesto que la aerolínea DAP que hace los viajes entre Punta Arenas y la Antártica, me regaló los pasajes. Eso lo debo a que el dueño de la aerolínea, quien conoció al que fue mi marido, no dudó en apoyarme, cosa que le agradezco.
Usted ha vivido también las paradojas de la vida. Hizo una travesía a nado en la Isla Quiriquina, en Talcahuano, un día antes del terremoto y tsunami del 27 F en esa zona. ¿Cómo vivió esa experiencia?
Así es. El 26 de febrero, antes del terremoto yo estaba en Talcahuano. Nadé hasta la Isla Quiriquina. Mi hermano, quien es oficial de la Armada tenía a cargo de la construcción del nuevo buque oceanográfico de la institución. Ese viernes yo iba a quedarme allá porque al día siguiente era la inauguración y venía la entonces Presidenta Bachelet. Al final, no sé por qué, decidí venirme. La catástrofe me sorprendió en pleno viaje y no lo podía creer cuando mi hermano me mandó fotos y vi el nivel de destrucción que hubo en la zona donde antes había estado. Fue impactante.
Tras esa experiencia, ¿cómo siente usted al mar? ¿Cómo amigo o como una amenaza?
Al mar hay que respetarlo. No es traicionero, como dicen algunos. Siempre las marejadas son avisadas, uno debe siempre tomar las precauciones y no hay que ser tan loco y adentrarse en las aguas cuando el mar no está bueno. Hay que hacer caso de lo que mandata la Autoridad Marítima.
Junto con nadar, lo que hace por motivación personal, Julieta formó en Concón un club de nadadores y es además dirigente en la caleta de pescadores en el sector donde reside.
¿Cómo llego a involucrarse en la parte gremial, con los pescadores?
Cuando me compré esta casa, estaba cortando unas cañas y un día se me acerca un pescador. Me saludó y como buenos vecinos empezamos a conversar y nos dimos cuenta que teníamos cosas en común. Le conté que me gustaba nadar y me invitaron a salir con ellos. Así empecé a participar en el sindicato y me fui involucrando más.
¿Notó cierto machismo en ellos, pese a involucrar a una mujer dentro de sus filas?
Al principio, sí. Pero debo decir que me han acogido súper bien y sé que se sienten orgullosos de tener en la caleta a alguien como yo. Siento que valoran respetan y quieren y eso me pone feliz.
Pasando a otra área. ¿Cómo nace Fullmar, la fundación que usted preside?
Creé con unos amigos Fullmar, que es una organización sin fines de lucro que agrupa a los nadadores que nos gusta hacerlo con traje. A diferencia de la escuela del Tiburón Contreras, quienes no lo usan. Con ellos organizamos travesías por la zona y me gustaría que sumásemos más socios porque lo que hacemos es muy productivo.
¿Siente que nuestro país apoya como se debe la práctica de la natación?
Quizás para a nadadores de la talla de Kristel Köbrick, sí, algo se ha avanzado, pero en el caso de quienes no competimos, sino más bien hacemos deporte, debo decir que no.
Yo por ejemplo, hago travesías, donde se privilegia el deporte por sobre la competencia. Hago desafíos. Por ejemplo, cuando cruzamos de un punto a otro hacemos desafíos y muchas veces, soberanía también.
Sabe, es menos oneroso financiar desafíos que competencias. Además se fomenta un estilo de vida. Eso es súper importante porque si uno está bien, la familia también lo está. Tengo compañeros de 71 años q siguen nadando, porque el agua salada es la mejor recarga de baterías que se puede tener.
A lo largo de este tiempo, ¿cómo toma los reconocimientos que ha recibido?
Recientemente, en este mes de marzo, me condecoró la Cámara de Diputados a través de su presidenta de ese entonces, la diputada Alejandra Sepúlveda, por ser la primera mujer en hacer el cruce del Estrecho de Magallanes. Nadie más que yo lo ha hecho. Además, me han premiado en el Día de la Mujer en variadas ocasiones. Eso me lo tomo con humildad, pero es grato que a uno la reconozcan por lo que hace. Es un incentivo.
¿Qué opinan tus hijos de tener esta mamá nadadora?
Mis hijos y mi familia están contentos. Por ejemplo, los amigos de ellos les preguntan: oye, ¿no te da miedo que tu mamá se muera nadando? Ellos contestan, no, porque es mi mamá. Me tienen confianza plena y eso me llena de orgullo.
Sinceramente, le sorprende ver todo lo que ha conseguido. ¿Se lo imagino alguna vez?
La verdad, no, pero sabe, no me sorprende. Yo soy de naturaleza inquieta y a veces pienso que estoy loca, porque hago cosas demasiado extremas. Pero cuando uno piensa mucho las cosas, no las hace. Cuando nado y veo que el frío me intimida, que el agua está helada y que pese a todo, logré lo que me propuse, siento una sensación maravillosa que bien vale la pena experimentar.
Por Carolina Rodríguez Cobo.
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