


Renato Airola posee experiencia en restaurantes costeros. Es dueño de Portofino en Valparaíso y ahora en Concón es socio en El Secreto y en un espacio que se parece bastante al del puerto: acceso bien cubierto desde la parte alta, para dar en una casona llena de recovecos -algunos que sirven para salas privadas- y varias terracitas con mesas que aprovechan la notable vista de la desembocadura del Aconcagua y del movimiento conconino de fin de semana.
La casa es amplia, el ambiente familiar y el servicio de estilo y uniforme clásico, se esmera en recomendar los platos y traerlos a la mesa con la mayor amabilidad y prestancia posible. Hasta ahí un restaurante costero por sobre la media de los comedores del lugar (es su idea en todo caso). Pero aparte aparece un detalle que marca la declaración de principios del lugar. Un horno de barro que asocia de inmediato a su comida con esta herramienta, que a la larga es la que más satisfacciones le puede entregar al visitante. Dicen que son un comedor de campo y mar, lo que se corrobora en la carta, pero una vez terminada la comida, es la carne asada la que se lleva el protagonismo por su prestancia y sabor. El cerdo, sobresaliente ¿Los productos del mar? Pescados y mariscos correctos en su preparación general, pero que les hace falta afinar detalles como para sobresalir más allá de la mera suma de sus ingredientes.
Dirección: Maroto 1011, Concón (sector La Boca Alto). Teléfono: (32) 320 9556.
Nota: a este restaurante se asistió invitado por sus dueños.
Un buen sour se agradece. El de la casa ($ 3.200) buscaba un toque a la peruana, pero finalmente apareció un trago con amargor/dulzor agradable, pero más bien de sabor lejano al estilo norteño. De todos modos, bien por personalidad.
Mix de Machas y Ostiones a la Parmesana ($ 7.800) cumplió en sabor, un buen gratinado y machas ostiones blanditos. Para tres, funcionó muy bien como abrebocas y lució como un buen representante de los mariscos horneados con queso, que son un clásico de toda la zona.
El horno de barro no es un adorno frente a la casa. Funciona y muy bien horneando trozos de cerdo como este costillar ($ 8.900). Grandote, untuso, bien sazonado y con ese inconfundible toque campestre. Lo mejor de la comida por lejos, aunque el óptimo se lograría con papas fritas hechas en casa, o bien terminadas en el mismo horno. Eso le daría prestancia internacional y no exagero: los argentinos, tan dados a Concón en verano, adoran las papas asadas.
La Corvina del Pacífico ($ 8.900), consta aparte del pescado de salsa de mariscos a la crema (poca crema por suerte), cebollines en abundancia, tomate cherry y mucha quínoa. Todos los ingredientes bien preparados cada uno por su lado, pero que en conjunto hacen que el ingrediente principal desaparezca frente a sabores en apariencia inocentes pero que opacan: el tono a grano de la quínoa o la acidez punzante del tomate fresco. Una reingeniería a la receta o al montaje no vendría mal. Están como Brasil o Argentina en Copa América: muchas estrellas y poco equipo.
Carlos Reyes es periodista y crítico gastronómico. Ha colaborado en el diario La Tercera y en las revistas Platos y Copas, Gourmand, Vinos y Más, COBE y La Cav, entre otras. Actualmente es redactor de la revista Wain y lanzó bajo el sello Planeta el libro "Valparaíso a la Mesa", una completa guía de restaurantes del puerto.
Sus columnas en Terra son una selección de lo que Carlos publica en su sitio www.UnoCome.cl
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